
Al fin fui consciente de que todo eso me mantenía libre de otras preocupaciones. Como por ejemplo que todavía me sigue dando terror hablar en público. Que sigo callándome más cosas, y eso no es habitual en mí. Que los cambios siguen alterándome. Que hace mucho tiempo que no leo un buen libro. O que echo de menos ir a la biblioteca sin ánimo de estudiar, leer libros de poesía en la sala de música o buscar vinilos y perder el tiempo. Echo mucho de menos perder el tiempo aún más de lo que ya suele perderse él. Porque lo hace constantemente. Eso también me mata. Quedarme petrificada en cualquier sitio, con una tristeza inmensa por recuerdos que ni siquiera tengo. Por recuerdos que veo en otras personas. Y es que estoy cansada de soñar tejados mientras bailamos...
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