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miércoles, 30 de junio de 2010

Sumamente delicada. Así era ella.Dormía plácidamente en su cama, de medio lado. Mientras él la observaba, apoyando su cabeza sobre su mano. Estaba tapada hasta la cintura y dejaba ver su camiseta de tirantes rosa con ese dibujo tan infantil que consiguió sacarle una sonrisa al pensar lo boba que se ponía cuando intentaba hacerle reír.Ella era su GRAN AMOR. Ahí, tumbados los dos, se puso a pensar en lo mucho que le importaba ella. Jamás había sentido algo tan profundo por nadie. No se había dado cuenta, pero el paso del tiempo y su sonrisa habían terminado por enamorarle de una manera loca.Tenía todo lo que ansiaba en una mujer. Ella era perfecta para él.Siempre de buen humor, conseguía alegrarle cualquier día triste, con un entusiasmo y una vitalidad inconcebibles. Su inocencia particular aún seguía vigente en ella, aunque al mirarla de nuevo, le parecía estar viendo a otra mujer diferente. Y estaba orgulloso de haber podido compartir ese largo camino junto a ella.La adoraba. Le tenía encandilado. Para él, ella lo era TODO.

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